viernes, 3 de junio de 2016

LA TRISTEZA DE MERCEDES

Era casi la media noche y no podía dormir, ella, ahí sentada en el borde de la cama y con el rosario en mano rezaba pausadamente… con voz susurrante, haciendo períodos de tiempo mientras iba hacia la ventana y apoyaba los codos como buscando en la calle, que se medio iluminaba con las luces y con la claridad de la luna llena que ahí en el firmamento brillaba. Gruesas lágrimas de temor y de espera rodaban por sus mejillas, no hacía mucho tiempo que había escuchado el ulular de las sirenas y su corazón se estremecía a cada instante. El incesante ruido de los grillos opacaban el silencio y el sonido de su corazón acelerado hacía eco en la distancia… la calle vacía y ella en la angustia y deseo de ver su figura a lo lejos y verle llegar… una noche más en esa espera, una noche más llena de rezos y de angustia hasta llegar el amanecer y con los ojos hinchados por el llanto y el corazón contrito por la espera, el nuevo día se plantó delante de ella como diciéndole que era hora de empezar la letanía del trabajo.
Subió a su carreta y se acomodó las faldas y tomando las riendas, con su peculiar sonido indicó a los dos famélicos caballos que iniciaran el recorrido diario que solía transitar camino al pueblo en donde quizás podría vender la mercancía… desde que se quedó sola cada día era un suplicio y un constante pensar, se preguntaba qué iba a ser de ella y el temor de saber que tenía tantos años encima y nadie a quien recurrir, solo el comisario del pueblo que le había dicho que ya habían salido algunos hombres a recorrer el bosque y no habían tenido suerte de encontrarlo, solo faltaba el barranco por buscar pero nadie se atrevía a adentrarse, además se carecían de armas para defenderse en caso de alguna hiena o culebra de las que proliferaban por esos lugares. 

Las noches eran tan largas en su soledad y los días aciagos en los que rezaba por llegar a casa y encontrarle como siempre con la pipa en la boca y en las manos un trozo de madera y una navaja que una y otra vez repasaban el borde buscando tornear la figura deseada… pero no, llegaba a casa y no le encontraba y ya hacía más de un mes que no sabían qué había sido de su vida, solamente desapareció como si la tierra se lo hubiese tragado, dejando el vacío de su ausencia en ese pequeño jacal que había sido su hogar por tantos años…
Alejados del pueblo, cultivando su pequeña hortaliza y el maizal que con tanto amor había sido patrimonio de su vida, sus hijos habían partido a la gran ciudad, olvidándose de ellos, sabían que se habían casado y que hasta nietos tenían, pero nunca… nunca regresaron para que les conocieran, solamente los murmullos de las personas a quienes les vendían sus verduras y el maíz eran los mediadores para saber de ellos. Dos hijos que a base de sacrificios y de ayuda lograron estudiar y salir de ese entorno que hoy les avergonzaba.
Mercedes era una mujer morena, firme en su pensamiento y aunque los años y las arrugas surcaban su frente, con las finas líneas de plata en su larga cabellera era aún hermosa… ese dejo de tristeza en su mirada le daba un aire de belleza enigmática, el sol había hecho estragos en su piel, el trabajo la mantenía ocupada mientras con ahínco hundía la hoz y escarbaba la hierba alrededor de su hortaliza, sola, sin él que no sabía dónde estaba y mientras trabajaba no podía evitar las lágrimas, levantando la mirada y pidiéndole a Dios que le ayudara, pero las súplicas parecían no ser escuchadas.
Néstor era un hombre bueno, trabajador y noble, que amaba entrañablemente a Mercedes, se casó con ella y compro ese terreno que junto a ella fue trabajando la tierra y con ello y a base de sacrificios logró que sus hijos se fueran a la ciudad y estudiaran una carrera, pero no imaginó la ingratitud de ellos de nunca más volver al hogar, escuchar cada noche el gemir del llanto de su mujer en ese dolor callado de extrañar al ausente le dolía, le dolía no ver a sus hijos, le dolía saber que se habían casado y tenían hijos, pero más le dolía saber que se avergonzaban de su condición humilde y les mandaron al olvido.
Un día Néstor, cansado de tanta ausencia aprovechó que Mercedes estaba en el pueblo vendiendo la cosecha tomó su morral metió un pantalón y una camisa, unos centavos que le habían quedado para comprar las semillas de la hortaliza y se fue caminando rumbo a la carretera en donde pasaban los camiones que iban a la ciudad, así nada más, sin pensar, sin avisar y sin imaginar el dolor que podría causarle a su Mercedes…

Le costó trabajo encontrar la dirección de sus hijos, sabía más o menos como llegar pues sus conocidos del pueblo que viajaban seguido los habían visto y seguido, sabiendo la tristeza de sus padres y conociendo la historia de la familia.
Ese ha sido el tiempo en que Mercedes ha sufrido y llorado incansablemente noche tras noche sin saber de su Néstor, sin saber de sus hijos y ha dormido a ratos y ha luchado trabajando la huerta sola, por ratos quizás haciéndose a la idea de que esa será su vida… el resto de su vida.
Sentada en la vieja mecedora y con la mirada perdida en el cielo, Mercedes, con el rosario en la mano solo así, sin rezar, sin pedir, mientras silenciosas lágrimas resbalan por su morena mejilla mira al cielo… mirando sin ver, los ladridos de los perros la hicieron despertar de su letargo y agudizando la mirada vio un grupo de personas que le hacían la mano, tres se desprendiéndose del grupo y corrieron hacia ella… petrificada y apretando el rosario entre las manos no pudo articular palabra, ni correr… -¡mamá!... ¡mamita!- escuchó dentro del sopor en el que se encontraba, como si la voz viniera de muy lejos… y ahí a su lado cayendo de rodillas… sus amados hijos seguido de Néstor que con lágrimas en los ojos le miraba lleno de amor - ¡Hijos míos!- logró balbucir y dejándose caer se abrazó a los dos hijos pródigos que tanto añoraba y amaba y Néstor a su lado mesándole el cabello le dijo que le perdonara el abandono, que no podía más verla sufrir por sus hijos y decidió buscarles e ir por ellos para verla feliz.
Los ojitos de Mercedes hoy brillan más que nunca, ha conocido a sus nietos que cada mes y en las vacaciones se quedan con ella cultivando la hortaliza y llevándolos al pueblo en la vieja carreta llena de orgullo… a un lado del jacalito hay una casita pintoresca y hermosa… llena de amor, que sus hijos le han construido y donde ahora Mercedes y Néstor viven felices, tranquilos, dejando atrás los sufrimientos pasados y cada vez que ella llega del pueblo en su vieja carreta, encuentra a su amor, con la pipa en la boca y tallando su figura en un trozo de madera y ella… enamorada se llena el pecho de aire y lo deja salir en suaves suspiros de amor.

*Existen personas que entregan todo de su vida por amor, por fé, por el simple deseo de ver felices y realizados a los que aman y la injusticia de éstos que se olvidan de ese sacrificio, que cuando se ven realizados ponen un muro entre el pasado y el presente y viven su vida sin importarles lo que han dejado atrás… seamos agradecidos con lo que recibimos, devolvamos amor con amor… sonrisa con sonrisa y démosle gracias a Dios por lo que nos han dado
(derechos reservados del autor)
Autor: Edith Cervera Ramírez
01/06/2016



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